Pero ¡ojo! En tu silencio no te vayas con la mente al final de esta aventura. Suele ser común en los exploradores del archipiélago cuaresmal que al llegar a la etapa 18 estén ya pensando en qué ocurrirá cuando se llegue a casa, en el ritmo de vida, en madrugar, ir al trabajo o al colegio, médicos, academias, compras... Y, claro, no nos damos cuenta de que estamos cayendo justamente en otra tentación muy extendida: el agendismo.

Hoy, de hecho, llegaremos a la isla O´clock. Allí todas las personas van con una agenda bajo el brazo, en el bolso, en el móvil o en el reloj de pulsera. Todos saben perfectamente lo que van a hacer el próximo día 13 a las 17,37h. Y gracias a eso, ellos consideran que es posible la vida. Sin agendas sería todo un caos y el mundo se colapsaría.

Cierto que una organización básica e incluso detallada facilita el funcionamiento institucional, familiar, personal... pero siempre y cuando concedamos a la vida la posibilidad de sorprendernos, de cambiar de horarios pues las prioridades van llegando sin consultar. En definitiva, concedamos a la vida ser vida y a Dios ser Dios.

Así es. Al igual que el ángel Gabriel no pidió cita telefónica a María para pedirle que fuera la madre de Dios, al igual que Jesús no le envió un Whatsapp a Mateo para pedirle que le siguiera, al igual que Saulo de Tarso no había quedado con Jesús en el camino a Damasco... también en tu misma vida, te verás sorprendid@ más de una vez por acontecimientos en los que el Señor te visita. Y estos acontecimientos no son menos importantes por el hecho de no haber estado "agendados". De hecho, ¿podría ser que a nivel de Iglesia institucional nos cueste un poco avanzar porque estamos gobernados por demasiados planes, proyectos, borradores, documentos, orientaciones...? Por supuesto parecen necesarios pero solo si permiten a la vida y al Espíritu de Vida trastocarlos, implementarlos, paralizarlos, potenciarlos... por las novedades que van surgiendo, por el diálogo con una sociedad en continuo cambio, por la apertura a realidades a las que aún no estamos muy permeables...

Tu misión en esta isla será sentir la vida, no mirar al reloj en estas próximas horas y fiarte de que nosotros te iremos guiando para salir puntualmente hacia la nueva isla. ¿Puntualmente? Sí, o como dirían los ingleses, "o´clock", pero puntualmente en el tiempo de Dios no el tiempo de nuestros relojes. Y es que Dios siempre actúa "o´clock", en punto, cuando es el momento más adecuado.

Mucho ánimo, vive sin agenda por un día y disfruta en esta isla de la vida que se ríe de las estructuras temporales humanas y... Euntes. Antonio Explorer

Paso 3. Lectura de la 2ª Carta del Apóstol san Pablo a los Corintios.

Escuchemos cómo Pablo tiene bastante claro que el único tiempo de salvación es el hoy, el ahora:

Y como cooperadores suyos, los exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Pues dice: «En el tiempo favorable te escuché, en el día de la salvación te ayudé». Pues miren: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación.

Nunca damos a nadie motivo de escándalo, para no poner en ridículo nuestro ministerio; antes bien, nos acreditamos en todo como ministros de Dios con mucha paciencia en tribulaciones, infortunios, apuros; en golpes, cárceles, motines, fatigas, noches sin dormir y días sin comer; procedemos con limpieza, ciencia, paciencia y amabilidad; con el Espíritu Santo y con amor sincero; con palabras verdaderas y la fuerza de Dios; con las armas de la justicia, a derecha e izquierda; a través de honra y afrenta, de mala y buena fama; como impostores que dicen la verdad, desconocidos, siendo conocidos de sobra, moribundos que vivimos, sentenciados nunca ajusticiados; como afligidos, pero siempre alegres, como pobres, pero que enriquecen a muchos, como necesitados, pero poseyéndolo todo.

Paso 4. Soneto de Lope de Vega

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras! 

¡Cuántas veces el ángel me decía
«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»!
¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!