Isla NOUS

04.03.2021

¿Capillismo, sectarismo, elitismo, "nosotrismo"?

Comunicado 3 para el "Explorador 20"

Querid@ amig@:
¿Qué tal? Sé que ayer se te pasó por la cabeza la posibilidad de abandonar esta aventura y es que la tentación de la acedia exige una perseverancia y una fortaleza extras, pero finalmente... ¡conseguiste un billete para la barca de Celemín! Menos mal que este buen hombre, nuestro amigo barquero, te ha contado un chiste sobre el Lago de Galilea que te ha subido el ánimo:

  • ¿Cuánto me cobra por cruzar el lago? - dijo el turista recién llegado a Tierra Santa.

  • ¡Cien dólares! - respondió el barquero.

  • ¿Cien dólares? ¡Pero esto es un robo!

  • Tenga en cuenta -le aseguraba el barquero- que este es el Lago que Nuestro Señor cruzó caminando sobre las aguas. A lo que repuso el turista:

  • No me extraña, ¡con esos precios!

No hay como un poco de buen humor para ver las cosas desde otra perspectiva. Y ese humor te va a ser muy útil en la próxima isla, pues aguantar un día en ella será una proeza auténtica. Y es que miles de personas han gastado muchísima energía en su misión, tarea, voluntariado... en la Iglesia o en otras instituciones y han acabado "quemados" o "decepcionados" o, peor aún, haciendo sufrir a los demás por esta nueva tentación: el sectarismo.

Así es, esta isla francófona se llama "Nous" porque cada persona tiene tal grado de miopía que no ve más allá de su propio grupo o comunidad. Digamos que es una mirada exclusiva pero también elitista: "nous" (nosotros) siempre lo hacemos mejor, actuamos con corrección, tenemos una teología apropiada a los tiempos de hoy... mientras que los demás no hacen, no saben, no actúan, no comprenden de manera adecuada. 

En nombre de cierta "progresía", "ortodoxia" o "perfección" solo consiguen aislarse cada vez más de los demás, dejando de ser personas o grupos pacíficos que transmiten alegría. Por sus poros sale exigencia, por su boca imperativos, por sus ojos vigilancia férrea, por sus oídos control de cada palabra... en definitiva, son capaces de agotarse y agotar a los demás y solo sueñan con un reino, una Iglesia, un estado, un grupo que se ajuste a la manera de "nous" (nosotros). En definitiva, en nombre de la unidad, fuerzan una uniformidad que mata la comunión y la libertad.


Y,  mientras has leído estas palabras seguro que has identificado grupos o personas con esta actitud... ¡nooo! En la isla de las tentaciones hemos de mirar nuestro corazón y descubrir las veces en que nuestra intransigencia ha herido la alegría y la fraternidad; las veces en las que nuestro grupo de pertenencia - familia, comunidad, congregación, parroquia, diócesis...- ha dejado a algunos miembros en la cuneta por no haber ampliado los horizontes.

Así que..., ¡ánimo! Hoy escucharás a muchas personas hablando de "nous" (nosotros) de manera exclusivista, creando "capillismo", es decir, cada uno su capilla, con su Virgen, su santo,  su fundador, su himno, su bandera, sus raíces... y poniendo en riesgo el verdadero valor de la propia identidad: la capacidad de crear puentes para la VIDA y poder decir, algún día, un "NOUS" con mayúsculas en el que quepa todo el mundo... independientemente de su pasado imperfecto, su procedencia, religión, sexo, tendencia sexual, ideología política... 

Y es que los cristianos ya sabemos quiénes eran los perfectos y separados en la sociedad de Jesús del siglo I en Palestina: ¡los fariseos! ¿No será que la tentación del fariseísmo sigue muy viva? Mucho ánimo y ¡EUNTES!  Antonio Explorer

Propuesta orante

Paso 1. Buscamos un lugar tranquilo e intentamos serenarnos... respiramos hondo para poder sentir nuestra respiración... y hacernos conscientes de la Presencia de Dios en nuestra vida, aquí y ahora.

Paso 2. Escuchemos la parábola del fariseo y el publicano. A unos que confiaban en sí mismos como justos y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: 

Lc 18 9-14

Paso 3: Reflexionamos

Cuantas veces al rezar, al estar, al hablar, al contar nuestra experiencia nos sale el fariseo que llevamos dentro. Y es, entonces, cuando nos apropiamos un poco de Dios. Y le decimos: «soy de los tuyos», pero la verdad, la realidad es que le estamos diciendo: «Tú eres de los míos». 

Y, es así como se nos cuela la mirada por encima del hombro a los otros, de mis hermanos, amigos, compañeros de grupos de trabajo... los que no creen, o creen de manera distinta; los que celebran, oran, disfrutan, viven distinto que tú; tienen diferentes problemas, se sitúan en otro lugar, tienen otras opiniones o perspectivas. Se nos arruga el entrecejo, se nos cierra la mirada por dentro, aunque nuestro rostro, por fuera, sea plácido y sereno. 

Y, encima, nos creemos más auténticos, más sinceros, más verdaderos en nuestras convicciones, posturas, ideas, creencias... y, en el fondo, comenzamos a sentir rechazo; les censuramos un poco -aunque jamás utilizarías el verbo censurar- porque no son como tú.

Pero en otros momentos, sale a la luz nuestro publicano. Y entonces dices a Dios, con una mezcla de pesar y aceptación, dolor y confianza: «Esto es lo que hay». Y lo dices sin reto ni rendición, sin arrogancia ni ego.

Entonces expresas, desde lo hondo, que no puedes, que no sabes, que no alcanzas, pero que aun así, caminas, confiando en que con tu barro él sabrá qué hacer. Y ofreces tu amor, a veces ensombrecido por el egoísmo; y tus manos vacilantes, y tus dudas. Y, en tu fragilidad tan absoluta, la oración se vuelve abrazo.

Es el momento de cambiar, de dejar que sea DIOS quien nos moldee, de tomar conciencia de que todos somos hermanos hijos de Dios. Iguales en dignidad pero en sagrada diversidad.

Paso 4. Canción

Acabamos de reconocer nuestras "excusas", "miedos", "golpes de pecho"... pero nos inunda la paz de que Dios conoce nuestro barro. Cantemos y abramos la puerta de nuestro corazón a Dios de par en par... 

Paso 5. Oramos con esta plegaria:

Padre nuestro, de todos y todas, tus manos abrazan la diferencia,  tu mirada amorosa nos recuerda nuestra igual dignidad, pues somos todos hijos e hijas tuyos.

Si ningún hombre o mujer queda fuera de tu amor, no permitas que etiquetemos a nuestros hermanos, que los diferenciemos en bandos opuestos.  Aleja de nosotros la tentación de creernos mejores que los demás, de agarrarnos a la seguridad de quien se cree poseedor de la Verdad Absoluta. 

Aun así, abre nuestro corazón, nuestra mente, nuestra sensibilidad para que vayamos reconociendo en tu Hijo Jesús el Camino, la Verdad y la Vida. 

Venga a nosotros tu Reino no excluyente, Reino construido de "gracias", "disculpas", "nuevas oportunidades" y muchos, muchos abrazos y besos.

Viñetas de reflexión

Lectura Espiritual

Mensaje del Papa para la Cuaresma 2021 (1ª parte: en las próximas etapas proponemos la 2ª y 3ª parte)

«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén...» (Mt 20,18). 
Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad.

Queridos hermanos y hermanas:

Cuando Jesús anuncia a sus discípulos su pasión, muerte y resurrección, para cumplir con la voluntad del Padre, les revela el sentido profundo de su misión y los exhorta a asociarse a ella, para la salvación del mundo.

Recorriendo el camino cuaresmal, que nos conducirá a las celebraciones pascuales, recordemos a Aquel que «se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2,8). En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el "agua viva" de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo. En la noche de Pascua renovaremos las promesas de nuestro Bautismo, para renacer como hombres y mujeres nuevos, gracias a la obra del Espíritu Santo. Sin embargo, el itinerario de la Cuaresma, al igual que todo el camino cristiano, ya está bajo la luz de la Resurrección, que anima los sentimientos, las actitudes y las decisiones de quien desea seguir a Cristo.

El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante.

La fe nos llama a acoger la Verdad y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros hermanos y hermanas.

En este tiempo de Cuaresma, acoger y vivir la Verdad que se manifestó en Cristo significa ante todo dejarse alcanzar por la Palabra de Dios, que la Iglesia nos transmite de generación en generación. Esta Verdad no es una construcción del intelecto, destinada a pocas mentes elegidas, superiores o ilustres, sino que es un mensaje que recibimos y podemos comprender gracias a la inteligencia del corazón, abierto a la grandeza de Dios que nos ama antes de que nosotros mismos seamos conscientes de ello. Esta Verdad es Cristo mismo que, asumiendo plenamente nuestra humanidad, se hizo Camino -exigente pero abierto a todos- que lleva a la plenitud de la Vida.

El ayuno vivido como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de corazón lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de criaturas que, a su imagen y semejanza, encuentran en Él su cumplimiento. Haciendo la experiencia de una pobreza aceptada, quien ayuna se hace pobre con los pobres y "acumula" la riqueza del amor recibido y compartido. Así entendido y puesto en práctica, el ayuno contribuye a amar a Dios y al prójimo en cuanto, como nos enseña santo Tomás de Aquino, el amor es un movimiento que centra la atención en el otro considerándolo como uno consigo mismo (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 93).

La Cuaresma es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle "poner su morada" en nosotros (cf. Jn 14,23). Ayunar significa liberar nuestra existencia de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones -verdaderas o falsas- y productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a Aquel que viene a nosotros pobre de todo, pero «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14): el Hijo de Dios Salvador.

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