3° martes de PASCUA
Jesús, con la fórmula «Yo soy», identifica su quehacer liberador con el pan de la vida.
Él es la norma para el creyente, y no las "creencias" y "prácticas" que falsean la auténtica identidad, misión y destino.
El reproche que las primitivas comunidades cristianas ponen en boca de Jesús posee una finalidad existencial ineludible: despertarnos de nuestros engaños y de nuestra propia imposibilidad de abrirnos a la plenitud de lo que somos y a la vocación a la que estamos llamados.
Si el «Yo soy» en el Evangelio de Juan es la manifestación suprema de la conciencia, acción y responsabilidad de lo que era Jesús, nosotros debemos descubrir lo profundamente humanos que podemos ser, al igual que Jesús.
¿Caemos en la cuenta las veces que falseamos, personal y comunitariamente, la identidad del Maestro y la nuestra?
1. Para comprender lo que aquí quiere decir Jesús es necesario saber que no todo el discurso, que pronunció en Cafarnaúm, se refiere a la eucaristia. El "pan del cielo", del que habla Jesús, no es el "pan consagrado en la misa". Es el "maná", que, en la literatura bíblica, se refiere a la Palabra de Dios, la enseñanza y la sabiduría divina (Deut 8, 3; Prov 9, 2-5). Aquí, pues, no se habla del pan del desierto, dado por Moisés, sino de Jesús, el pan que ofrece el Padre al oyente de la Palabra. Porque, como sabemos, Jesús es "la Palabra", en el lenguaje y la teologia del evangelio de Juan (Jn 1,1-18).
2. Por tanto, cuando Jesús dice: "Yo soy el pan de vida", lo que está afirmando es esto: "Yo soy la Palabra que se le comunicó a Moisés en el desierto': Lo cual viene a decir que Jesús es "la Ley". Jesús es, por tanto, la norma a la que se ha de ajustar nuestra vida.
3. Con este planteamiento, Jesús introduce un cambio radical en la historia de las tradiciones religiosas de la humanidad. Y, por eso mismo, en la historia de las relaciones de los humanos con Dios.
La religión ya no consiste en someterse a unas verdades o en cumplir con unos ritos y unas normas. La religión consiste en asumir las convicciones determinantes de un ser humano, el hombre Jesús de Nazaret.
Solo si entendemos esto, nos resultara posible comprender lo que ha de representar Jesús en nuestras vidas.
