21 de abril

20.04.2020

  La continuidad del relato del evangelio de Juan entre Jesús y Nicodemo tiene como horizonte llevar a la comunidad eclesial a una dimensión más profunda, hacia la dimensión espiritual: ese es el sentido de la invitación «a nacer de nuevo». 
La comunidad de seguidores del Maestro, está llamada, como don y tarea humana, social, política y religiosa a cultivar relaciones auténticas y sostenibles, intensificando su misión, encarnándose solidariamente en el corazón del mundo; allí donde se gestan «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, sobre todo de los empobrecidos y las víctimas que anhelan justicia, territorio, reparación y liberación» (GS, 1).
Esta experiencia constituye para el creyente una apertura espiritual, psíquica y corporal a Dios y al otro, en quien sembramos en el Espíritu. San Ignacio de Loyola lo vio y experimentó claramente cuando escribió en el libro de los "Ejercicios Espirituales": "No el mucho saber harta y satisface el ánima, sino el sentir y gustar las cosas internamente"; en otras palabras, «discernir la vida interior para humanizar».
¿Como personas, ciudadanos y creyentes estamos dispuestos a cultivar desde dentro de la comunidad relaciones que humanicen? 

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